miércoles, 10 de febrero de 2016

Elecciones ‘made in America’ I – El sistema electoral


Año de Juegos Olímpicos. Año de elecciones presidenciales en Estados Unidos de Norteamérica. Y es que desde la II Guerra Mundial, cada cuatro años coincide el principal evento deportivo, con el principal evento electoral.


En una sociedad tradicional y rural como la norteamericana (muy escorada a la derecha según la concepción europea del viejo eje ideológico) “el primer martes después del primer lunes de noviembre” tienen lugar las elecciones a presidente de la primera potencia económica (por ahora) y una de las potencias democráticas de nuestros días. O lo que es lo mismo, el próximo martes 8 de noviembre, elecciones en Estados Unidos.

La alianza de 50 estados de Norteamérica es una república federal netamente presidencialista. Si bien, como buena democracia, existen los resortes necesarios para contrarrestar todo el poder al ejecutivo. Bien lo sabe Obama, que ha tenido que gobernar 6 de los 8 años de sus 2 mandatos con la cámara de representantes en su contra. Las elecciones al Congreso y al Senado tienen lugar en mitad de la legislatura y los americanos tienen la sana costumbre de dar mayorías parlamentarias al partido que no gobierna.


El sistema electoral en EEUU es casi perfectamente bipartidista que gira en torno a dos grandes partidos: el Partido Republicano, muy conservador visto con la perspectiva europea (podría situarse entre los partidos más a la derecha del espectro político) y el Partido Demócrata de corte más progresista y liberal, pero que visto desde España no pasaría de ser centro-derecha. Obama, de ser español, podría militar perfectamente en el PP, C’s o en el ala más socioliberal del PSOE.


Es difícil desde la concepción que tenemos en el viejo continente entender la actitud liberal que se tiene al otro lado del Atlántico. Los estadounidenses creen en la libertad individual por encima de todas las cosas, no comprenden un estado del bienestar fuerte nutrido por impuestos para la redistribución de la riqueza y menos que con el dinero de todos se financien los servicios públicos. La mentalidad del norteamericano es: “déjame a mí mi dinero que yo haga con él lo que libremente decida y crea conveniente hacer. No decidas tú, Estado, en qué quiero gastarlo”. Lejos de lo que quizá se ha podido pensar, la ambiciosa reforma sanitaria de Obama no consistía en levantar una Sanidad pública (mucho menos universal y gratuita), sino en obligar a las aseguradoras a rebajar sus pretensiones con el fin de que se sumaran millones de estadounidenses que vivían sin ningún tipo de protección sanitaria. Y aún así, ha encontrado una fuerte contestación política, ya no sólo en el Partido Republicano, sino también en el seno del propio partido Demócrata.

Otra de las peculiaridades del sistema electoral norteamericano es la limitación a 2 mandatos. En los últimos tiempos son pocos los casos en los que el presidente del gobierno no revalida su mandato. El último fue George Bush, padre, que fue derrotado en 1992 (JJOO de Barcelona) por un tal Bill Clinton, al que ni siquiera el escándalo Levinsky le apartó de su segunda victoria en 1996. George Whasington Bush, hijo, ganó en los años 2000 y 2004. Por su parte, Barack Obama hizo historia con su legendario “yes, we can” en 2008 y revalidó mandato en 2012. En esta ocasión, por tanto, los estadounidenses deben decidir la continuidad de los demócratas en el poder, o un giro conservador para que vuelvan a gobernar los republicanos. Y en ambos partidos hay precandidatos conocidos: Hillary Clinton, que fuera primera dama desde 1992 hasta 2000 y Jeb Bush en el lado republicano.



La cuenta atrás para el 8-N ha empezado.

@ajcalzado

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